Pintura Novohispana

 





Aparición de San Miguel. Óleo sobre lienzo. Sacristía de la Catedral Metropolitana, Ciudad de México. 
(1686-1688)



Respecto a la creación artística en la Nueva España se adoptaron los medios europeos adaptando estos a la realidad novohispana, lo que ayudo a su occidentalización, España junto con la Iglesia encontraron todo un reto al incorporarse los territorios americanos respecto a la evangelización y al control en la producción de imágenes, pese a que el control se daba en forma general a cualquiera que ejerciera el oficio de pintor, escultor  o dorador su preocupación se centraba a obras elaboradas por los naturales.
            En los años posteriores a la conquista, los frailes fueron los responsables de brindar educación artística (es decir, los parámetros estéticos europeos que requería la creación de imágenes) como parte del proceso evangelizador considerando la pintura como un oficio mecánico, enseñanza que se les daba en escuelas como la de San José de los Naturales ubicada en el convento de San Francisco en la ciudad de México.
En 1552 el virrey Luis de Velasco ordenó que para pintar  imágenes los indios fueran examinados [...] Sin embargo, tanto en el siglo XVI como en el siguiente, esta actividad de los indios en la factura de imágenes siguió vigente. (Sigaut, 2001, p.352)
            En un inicio se enseñaba a los naturales a copiar, por lo que sus creaciones no se consideraban originales, pero aprendieron rápidamente el oficio, poniendo en desventaja a los españoles debido a que los naturales tenían habilidad, talento y prestaban mano de obra más barata , pues son los albañiles, pintores y escultores quienes edifican iglesias y conventos, pintan frescos y esculpen fachadas.
¿Cómo estaban organizados los oficios? Al respecto Paula Mues manifiesta:
Antes de la formación del gremio de pintores se intentó organizar a los pintores indígenas para cuidar el “decoro” de las imágenes, que se veía amenazado por la ignorancia de éstos en cuanto a la iconografía [...] Después de formado el gremio, la posible inclusión de los indígenas a éste los mantendría bajo las mismas reglas, sin distinción de raza o casta con los pintores europeos, mientras que su exclusión también los perjudicaría en el ámbito pictórico. Así se aceleró la occidentalización de la pintura y el control de las normas del “oficio” de pintar desde las ciudades. (Mues, 2008, p.184)
            En el año de 1557 de aprobaron las ordenanzas del gremio de pintores y doradores el cual quedó a cargo de pintores europeos (algunos de ellos venidos de Sevilla, centro artístico muy importante en España) que trabajaban en la Nueva España, lo que suponía la posibilidad de abrir una tienda en la calle o firmar contratos para la realización de obras.
            La normatividad eclesiástica centraba su preocupación en la interpretación correcta de los pasajes bíblicos y su capacidad de persuasión, pues a partir del siglo XII la imagen se consideró como un conducto de oración y símbolo de identidad  cristiana, bajo la premisa que la escritura estaba reservada para los doctos y la pintura a los incultos.
            A principios del siglo XV Baltasar de Echave Orio, pintor de origen vasco, fue llamado por el Arzobispo Juan Pérez de Serna para establecer categorías estéticas respecto a la pintura novohispana, pues en opinión de éste las imágenes creadas eran torpes y abominables, algo con lo que Echave coincidía, las imágenes debían ser decentes, devotas y santas de consideración,  para mover en el alma sentimientos positivos.

            A finales el siglo XVII la pintura novohispana llegó a su madurez, etapa en que la iglesia era concebida como cabeza y guía de la nación.

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